Enrique Redel, editor de Impedimenta, cree que el libro en papel
sobrevivirá, pero va quedar reservado a publicar obras canónicas
Argumenta que Amazon no es el gran enemigo a batir, pero advierte de
que “es un monopolio que lamina todo”
Enrique
Redel, editor de Impedimenta,
no soporta la mediocridad en el arte de editar. Apuesta por publicar libros de
bella factura, aunque resulten más caros. Su editorial se ha hecho un nombre al
apostar por la literatura británica del siglo XX y autores contemporáneos de
calidad irrebatible, como Stanislaw
Lem, Natsume Soseki, Mircea Cartarescu –eterno candidato al Nobel de
Literatura- o Penelope Fitzgerald. Redel piensa que la crisis del sector
editorial ha tocado fondo, aunque advierte de que los tiempos dorados de las
grandes tiradas jamás volverán. Su sello, junto a las editoriales del grupo
Contexto, en la que están integradas Libros
del Asteroide, Nórdica, Periférica y Sexto Piso, publicarán de forma
conjunta títulos ambiciosos cuyo coste es demasiado grande para asumirlo en
solitario. Serán dos o tres libros al año, que pueden venderse a un precio de
30 euros, con una edición impecable y una excelente traducción. Enrique Redel
argumenta que las pequeñas editoriales soportan mejor la crisis que las
grandes, que se han volcado en exceso en títulos de rápido consumo. “Muchos de
mis libros más queridos han sido fracasos comerciales”, explica.
¿Por qué el nombre de
Impedimenta?
La impedimenta es el bagaje
que llevaban los romanos en la batalla. Era algo que pesaba muchísimo y doblaba
la espalda de los soldados, pero todo lo que llevaban en ese equipaje resultaba
fundamental. Elegí ese nombre porque para mí la literatura y la edición son
algo parecido, un ejercicio que consiste en ir atesorando libros que nos van
haciendo lectores, libros que se llevan en las mudanzas, de los que uno no se
desprende y que acaban formando parte de la biografía personal
¿Concede mucha importancia al
diseño?
Para mí es fundamental que el
libro sea bello, que esté bien maquetado y corregido. Hay editoriales
buenísimas que han fracasado por un diseño equivocado. Muchas veces somos
prisioneros de nuestro propio diseño. En cuanto a su producción, nuestros
libros están muy elaborados. Personalmente soy incapaz de comprarme un libro
que no sea bonito, por eso cuidamos mucho el proceso, de manera que los
materiales que utilizamos están pensados para durar. Quizá salen un poco más
caros, por eso nuestros precios no pueden bajar. Estudié incluso la posibilidad
de hacer libros más sencillos, pero no quiero bajar el listón.
Impedimenta nació en 2007, a
pocos meses de la crisis. ¿Cómo incidió este hecho en la andadura inicial?
Empezamos muy bien y ahora
estamos muy asentados. Tuvimos un par de años de crecimiento muy fuerte, y
luego nos hemos ido manteniendo. Los cinco primeros títulos los reeditamos. No
fueron libros que nos costara colocar en el mercado porque ya venían con un
bagaje previo. La crisis empezó a notarse de verdad en los dos o tres últimos
años. Anteriormente ya existía la sensación de que había una crisis financiera,
pero en ningún momento se transmitió la impresión de que la gente iba a dejar
de comprar libros. En los dos últimos años, sin embargo, sí ha ocurrido, aunque
a nosotros no nos ha costado tanto porque nuestros lectores son más militantes.
No contamos con un lector de aluvión que compra un libro de vez en cuando para
regalar porque es un ‘best seller’. La crisis no está afectando tanto a las
editoriales pequeñas como a los grandes grupos, que lo están pasando muy mal
pues están viendo reducidas sus ventas porque el tipo de libro que publican es
de rápido consumo. La gente se lo piensa mucho a la hora de gastarse veinte
euros en libros.
Atomización de las ventas
¿Vive la industria del libro
un momento de emergencia?
Creo que se ha tocado fondo.
Desde hace un tiempo se experimenta la sensación en las librerías de que las
cosas van mejor, aunque no mucho mejor. Pero ya nada volverá a ser como antes.
No va existir una editorial como la nuestra que vendió en un momento dado
50.000 ejemplares de un solo título, por ejemplo. Seguramente nos tendremos que
conformar con cifras muchos más humildes. Pero el sector se está recuperando,
si bien, eso sí, saldrá transformado. Ahora no existen los ‘best sellers’ de
100.000 ejemplares, porque el libro de más éxito puede vender a lo sumo 10.000
copias. Además, si antes había diez títulos que acaparaban una parte importante
de las ventas, ahora en vez de diez hay cincuenta, de suerte que está todo
mucho más repartido.
Impedimenta comenzó con la
recuperación de libros olvidados y luego apostó por clásicos del siglo XX ¿Cuál
es la siguiente etapa?
Vamos a publicar a escritores
mucho más apegados al presente, incluso autores actuales que escriben en
castellano como Fernando Cordobés o Pilar Adón. También vivimos un momento
especial con la novela gráfica. Hemos sacado la colección ‘El chico amarillo’,
que va muy bien. En cuanto literatura británica, que cuidamos muchos,
publicaremos algunos títulos de los años setenta, una época donde una
liberación de todo tipo de cadenas
¿Acabará extinguiéndose el
libro en papel?
Creo firmemente que el libro
en papel no se va a extinguir. Otra cosa es que haya una depuración o una
selección natural. El papel va a quedar para publicar lo canónico, no sólo
clásicos, sino también libros que necesitan un recorrido largo. El libro de
gran consumo pasará al formato electrónico. Con todo, tendremos que procurar
que el libro sea más barato. En cuanto a las librerías, supongo que tendrán que
reconvertirse y algunas hacerse cafés, pero sin duda van a sobrevivir
¿Qué libro reciente de su
catálogo recomienda al lector?
‘La enciclopedia de la tierra
temprana’. Es una novela gráfica, de Isabel Greenberg. Es una historia épica
que habla de reyes locos, gigantes malvados, espías que no son espías... Está
pintado a la acuarela, con un estilo degradado. La historia es una delicia
porque habla de mitos griegos y bíblicos. Representa todo un homenaje al arte
de narrar
¿Afecta esta circunstancia a
las librerías?
Mientras las ventas de las
grandes superficies se han desplomado, las librerías están dejando de vivir del
‘best seller’ y ahora se sostienen gracias al goteo de ventas, que se
encuentran mucho más atomizadas.
¿Amazon es el gran enemigo de
la edición o los hay peores?
La clave del negocio de
Amazon, que es llevar el libro a tu casa, es magnífica. Comporta, sin embargo,
dos desventajas. La primera es que en ciertos países, como Estados Unidos y el
Reino Unido, está acabando con la red de librerías. En Londres, muchas
librerías han desaparecido o están ahogadas económicamente. Bastante gente mira
los libros que hay en los escaparates y luego compra en Amazon, donde no hay
precio fijo. En España sería deseable que los libreros se unieran y creasen una
plataforma en la web para vender sus libros. Amazon es un gigante que en España
no ha alcanzado todas sus posibilidades de desarrollo. Pero cuando lo hace
lamina todo lo que hay. El segundo problema es que Amazon es un monopolio y, en
muchas ocasiones, fija precios trabajando a pérdidas, lo cual debería estar
prohibido. Por lo demás, no pagan sus impuestos en España. Es paradójico que
critiquemos a los políticos que evaden impuestos mientras la sede de Amazon
está en Luxemburgo.
¿De qué manera han incidido
las nuevas formas de entretenimiento en la lectura?
El principal enemigo del
libro no es el ‘e-book’, que ha tocado techo y en este momento ronda un 15% de
la facturación de cada editorial. El enemigo es el juego Candy Crush, la serie
‘Breaking Bad’ o el WhatsApp. Hace unos años la gente viajaba en el metro o en
el autobús leyendo un libro. Ahora no hay tiempo para aburrirse. Mucha gente ha
dejado de comprar libros debido a la multiplicación de ofertas de ocio y de
consumo. El verdadero problema es que la gente no lee. Leer es cansado y exige
un gran esfuerzo de concentración, y ahora vivimos en la época de la
dispersión.
Los grandes grupos
editoriales, salvo algunas excepciones, parecen haber apostado por el
entretenimiento. ¿Fiar las ventas a lectores circunstanciales no es una forma
de labrarse la ruina?
Sí, porque las industrias
culturales que apuestan por el mero entretenimiento tienen que competir con
otras mucho más poderosas. El libro además tiene mala fama; mucha gente está
convencida de que es caro, de que los editores somos unos ladrones y de que militamos
todos en la SGAE. Sospecho que algunas editoriales acabarán dedicándose al
entretenimiento audiovisual. No preveo que las grandes compañías vivan en el
fututo del libro.
El enemigo es el juego Candy
Crush, la serie ‘Breaking Bad’ o el WhatsApp. Hace unos años la gente viajaba
en el metro o en el autobús leyendo un libro. Ahora no hay tiempo para
aburrirse
¿Es posible vivir
decentemente vendiendo mil ejemplares de cada título o es necesario sobrepasar
ese listón?
Necesitamos vender más de
mil, nuestro listón está más alto. No nos es muy difícil vender esos 1.100 o
1.200 libros para cubrir costes. Antes teníamos libros que vendían entre 7.000
y 10.000 copias, pero eso ya no existe. Con todo, si logramos vender 1.700
ejemplares de un libro, con esos 500 de sobra te puedes permitir comprar los
derechos de un libro un poco mejor.
Bajar el listón
Pronto se jubilará Herralde.
También Beatriz de Moura, de Tusquets, tiene diseñada la retirada. ¿El grupo
Contexto y otras pequeñas editoriales están preparadas para tomar el testigo u
os movéis en otra liga?
Queremos ocupar el sitio de
esas editoriales, entre otras cosas porque ese vacío no lo pueden ocupar
propuestas que bajen el nivel. No soportaríamos que ese espacio lo ocuparan
sellos de planteamientos cortoplacistas. Tenemos a los libreros de nuestra
parte, pero falta que el lector en general nos ubique mucho mejor.
¿Es factible que Impedimenta
compre los derechos de un Martin Amis o Pinchon o es una misión imposible?
A alguno de ellos les he
tirado los tejos, pero me han dicho que no. En cambio, sí ocurre que las
agencias empiezan a dirigirse a nosotros para proponernos ciertos pesos pesados
porque ven que nuestras ventas medias son buenas. Más que Pynchon, Amis o Milan
Kundera, que ya tienen su nicho y su editorial, lo que tenemos que hacer es dar
cabida a sus sucesores. Por lo demás, este año publicaremos a Kingsley Amis, el
padre de Martin.
Tenemos a los libreros de
nuestra parte, pero falta que el lector en general nos ubique mucho mejor.
Beatriz de Moura, la editora
de Tusquets, advirtió a las pequeñas editoriales de algunos errores en que ella
incurrió, como sacar demasiados títulos al año. ¿Usted le ha hecho caso?
Hubo un momento en que se me
puso bastante fácil la posibilidad de crecer. En el año 2010 publicamos ‘La
hija de Robert Poste’; acto seguido ‘Soy un gato’, de Natsume Soseki, y al mes
siguiente ‘La librería’, de Penélope Fitzgerald. De ‘La hija de Robert Poste’
llegamos a vender 50.000 ejemplares; de ‘Soy un gato’ 20.000 y de ‘La librería’
10.000 o 15.000. De repente entramos en el ‘mainstream’. Los distribuidores me
dijeron: “ahora lo que tienes que hacer es un expositor gigante”. Pero los
libreros me advirtieron de que me iba a ganar la enemistad de algunos porque
iba a parecer avasallador. En definitiva, prefiero sacar veinte libros al año
que me permitan seguir creciendo poco a poco que jugar con los grandes
anticipos y ese tipo de cuestiones.
¿Alguna vez ha pensado en
fusionarse con algunas otra editorial?
Vamos a hacer otra cosa: las
editoriales del grupo Contexto (Impedimenta, Libros del Asteroide, Nórdica,
Periférica y Sexto Piso) vamos a sacar de forma conjunta libros que serían
demasiado grandes si lo hiciéramos en solitario. Si queremos publicar un libro
magnífico que cueste 30 euros, con buena edición y traducción, tenemos que
unirnos. Publicaremos dos o tres libros al año.
Ha hecho usted algunas
apuestas arriesgadas, como publicar un libro extrañísimo como ‘De la elegancia
mientras se duerme’, del Vizconde Lascano Tegui. ¿Mereció la pena?
Lo volvería publicar, pero
fue mi mayor fracaso como editor. Ese libro surgió de una recomendación de Luis
Solano [editor de Libros del Asteroide]. Lo volvería a sacar porque tiene uno
de los mejores comienzos de la historia. Muchos de mis libros más queridos han
sido fracasos comerciales.