Donatella Iannuzzi, editora de Gallo Nero cree que el auge del libro digital, ahora estancado, se debió al interés por vender aparatos electrónicos
“Es muy triste que la publicación se decida en función de informes de marketing”
Donatella Iannuzzi, creadora de la editorial Gallo Nero, vino a España en 1999 gracias a una beca Erasmus y decidió quedarse. Aquí ha hecho su vida y fundado un sello que trasluce su amor por la literatura italiana del siglo XX, especialmente por los escritores del llamado círculo de Turín, en el que participaron Calvino, Pavese, Buzzati, Ginzburg y Vittorini, entre otros. Son algunos de los autores que le apasionan, como también le fascinan el cómic, el underground americano y la edición entendida como un oficio artesanal. Pese a su amor por los libros, Iannuzzi cree que la letra impresa ha dejado de ser la avanzadilla cultural y que ahora el talento narrativo ha encontrado otros cauces para expresarse. Por eso no le interesan la literatura más actual ni esa obsesión por la novela negra que inunda Italia y España. La editora está persuadida de que la iniciación a la lectura pasa por el libro de bolsillo y que la eclosión del ‘e-book’ fue un “deseo inducido” en el consumidor para vender dispositivos electrónicos. “Llegará un momento en que entremos en una librería y esté repleta de volúmenes de sellos de un mismo grupo editorial”, predice Donatella Iannuzzi.
PREGUNTA: ¿Por qué eligió el nombre de
Gallo Nero?
RESPUESTA: Quería que el sello tuviese un
mínimo de identidad italiana y qué mejor que Gallo Nero, el logo de
identificación de origen del vino toscano de Chianti. Es un signo de
identificación de origen de calidad. Además, es un nombre muy frecuente de
Italia, de hecho hay muchas trattorias que se llaman así.
P: ¿El libro está en crisis?
R: El libro
compite con muchas ofertas audiovisuales y de ocio. No creo que siga siendo el
vehículo de nuevos creadores. Lo
realmente innovador se está haciendo en el campo de los videojuegos y las
series de televisión, donde hay productos de un nivel intelectual, literario y
de crítica social brutal. Las nuevas voces de la narración están en otro
soporte. En este sentido, el libro se ha quedado atrás, y ello obedece a
cierta pereza intelectual. Hay más
riesgo en los videojuegos y las series televisivas. Es frustrante, por eso
muchos están estamos volviendo la vista atrás.
P: Quizá tenga que ver con la endeblez de
la industria editorial.
R: Es verdad que
ahora no hay mucho dinero en la edición, de modo que la persona que tenga
ideas, inteligencia y vocación narrativa pone la vista en otros medios, en industrias mucho más
potentes que la del libro, sectores que seguramente le ofrecen más
posibilidades. Ahí está el auge de los documentales. Cualquier tipo de historia
que te haga llorar o reír está en lo audiovisual.
P: ¿Ya no está entonces el libro en la
avanzadilla cultural?
R: No, al menos
para mí. ¿Qué libro ha suscitado algún movimiento de masas últimamente? La crítica literaria también ha muerto por
eso. Ha perdido mucho peso. Además, parece que nadie lee. La prensa no lee, los
editores no leen, el lector se compra un libro y al final no lo lee.
Editorial
Einaudi
P: ¿Que semejanzas y diferencias hay entre la
industria editorial de Italia y la española?
R: La italiana es mucho más madura que la
española porque no hubo ese parón que se sufrió aquí con la dictadura. La
primera editorial independiente, Einaudi, se fundó en los años 20. Es verdad
que los números de ventas están bajando, pero Italia sigue siendo un país muy
lector. Por algún prejuicio burgués, los libros en las casas italianas
son importantes todavía. Y en mi país el libro de bolsillo aún está muy
extendido, como en Francia. Un país que tiene una tradición en libro de
bolsillo se traduce en un país de lectores. En mi caso, toda la literatura
clásica la he leído en bolsillo.
P: ¿Le
espera larga vida al libro en papel
R: Sí, no
creo que vaya a morir. Puede que haya otro formato alternativo, pero el cariño
que la gente siente por el libro en papel es innegociable. La venta de
‘e-readers’ ha sido fruto de un deseo inducido. Había muchos intereses para
vender aparatos electrónicos. Se han dicho muchas tonterías. ¿Desde cuándo no
se puede viajar en la maleta con un libro? Una vez que ya se ha vendido lo que
se tenía que vender, va a bajar la presión para convertir lectores en papel en
lectores electrónicos.
P: Ha publicado literatura
italiana, estadounidense, japonesa
¿Por dónde se orientan sus intereses.
R:
Depende de lo que me inspire el momento. Pero me interesa sobre todo el siglo
XX italiano, autores como Pasolini, Dino Buzzatti, del que hemos recuperado ‘El
Giro de Italia’, o Montanelli. Seguiremos publicando a Buzzati. El siglo XX
italiano me fascina, no así el XXI, que me deja indiferente.
P: Sin embargo, de Buzzati
hay mucho publicado. Gadir ha sacado bastantes obras de este autor.
R:
Sí, pero se trata de obras de ficción. En Italia hubo una época en la que
muchos escritores cultivaron la crónica periodística. Hay autores espléndidos
en este género, como Indro Montanelli. Periódicos como el ‘Corriere della Sera’
fichaban a escritores para que ofrecieran una visión literaria del deporte.
P: ¿Por qué momento pasa la
literatura italiana.
R:
Se encuentra en un fin de ciclo. Con Calvino acabó una edad dorada, sobre todo
en lo que atañe a la ficción. Ahora mismo no observo nada interesante. Italia
está obsesionada en publicar novela negra a toda costa porque parece que
alguien ha decidido que eso es lo que vende. Proliferan las obras con un
contenido de denuncia social. Ocurre algo parecido en España, pero en Italia la
moda adquiere tintes dictatoriales. También abunda muchísima literatura cercana
a la autoayuda.
P: ¿Qué autor italiano debe
leer un español de manera imprescindible?
R: Todo los
miembros del círculo Einaudi, la mítica editorial de Turín y que ya ha sido
vendida a Mondadori. Pertenecían a este grupo Italo Calvino, Elio Vittorini,
Italo Svevo, Cesare Pavese y Natalia Ginzburg, entre otros. Todo ese bloque del
siglo XX me gusta mucho y muy especialmente Dino Buzzati, cuya obra sigue
siendo muy moderna. ‘El desierto de los tártaros’ es un libro que no deja de sorprenderme.
P: ¿De qué manera le afecta la crisis?
R: Nacimos en
2010, en plena crisis. En momentos así hay que ser muy cautos. Tal y como está
la situación, resulta temerario sortear el temporal con una avalancha de
títulos. Es cierto que de ese modo crece la facturación, pero lo que cuenta al
final son los resultados. Sigo sacando entre diez y doce títulos al año, sin
colar ninguno de relleno, y no voy a cambiar.
Underground
americano
P: Gallo Nero se distingue por una colección
de cómics.
R: Creo que
fuimos la primera editorial que, en 2010, comenzó a publicar cómics, algo que
estaba entre los objetivos fundacionales del sello, de manera que no estoy
entre los que se apuntaron al carro-burbuja de la novela gráfica. El primer
título fue ‘El caso Pasolini’, en el que se reconstruyen las últimas horas de
vida del poeta. Es una colección por ahora pequeña, que se ha ampliado con
algún libro ilustrado. Los últimos tres títulos se inscriben en el underground
americano, como ‘Ego & Arrogancia’, de Harvey Pekar, y ‘R. Crumb’, basado
en cinco largas entrevistas que concedió Robert Crumb a ‘The Comics Journal’.
Son libros muy literarios y críticos. Me gusta también mucho el manga. Hay algo
que me fascina en la manera de contar de los japoneses.
P: ¿Cómo es el mundo editorial? ¿Es tan
idílico como se puede imaginar desde fuera?
R: No, no
lo es. Es un negocio complicado; el oficio es mucho más artesanal que
filosófico. Una parte importante, la cultural, consiste en la elección de los
títulos, pero una vez decididos éstos, la edición es una actividad que exige el
despliegue de capacidades eminentemente prácticas. No es como producir una taza
de café o un bolígrafo, que si funciona está garantizado que el público siga
comprándolo. Por añadidura, al ser una actividad que admite la devolución de
ejemplares, la rentabilidad de un libro
sólo se conoce al cabo de dos años. Hay
libros que son un seguro de vida, pues después de cuatro o cinco años se siguen
vendiendo. Pero con otros sucede todo lo contrario. Por eso es importante dar
con un título que se convierta en un colchón económico.
P: ¿Por qué se lee tan
poco en España?
R: Antes de la
crisis no había muchos lectores, lo que se ha agravado con la pérdida de poder
adquisitivo. La gente que compraba libros ha caído de modo brutal. No obstante,
el lector de verdad, aquel para quien la lectura es tan importante como la
comida, sigue comprando un libro al mes. Lo que me parece una tragedia es que
las bibliotecas públicas hayan dejado de adquirir libros.
P: ¿Prevé grandes
cambios en la industria editorial?
R: Sí, de hecho
ya se están produciendo. Los grandes conglomerados empujarán como nunca.
Llegará un momento en que entremos en una librería y esté inundada con libros
de sellos de un mismo grupo. Las grandes editoriales, que controlan la
logística de la distribución, tienen mucha más capacidad de negociar con el
librero que un pequeño editor.
P: ¿Llama la atención que muchas
decisiones de los editores estén fundamentadas
en informes de lectura que se pagan de forma pésima?
R: Sí, pero
también entiendo que el editor no puede leer todo. Y eso que en este negocio el
olfato es muy importante. Más triste me parece que la publicación de libros se
decida en función de informes de marketing, en cuyos departamentos se escriben
hasta las cubiertas.
P: ¿Cuáles son sus
expectativas para la editorial?
R: Crecer de
manera racional y con cautela, disponer de un colchón más seguro para emprender
proyectos a largo plazo. No me voy a dedicar a duplicar títulos para aumentar
facturación, pero sí que me apetece crear colecciones nuevas que puedan tener
sentido dentro del catálogo. Me gustaría publicar los libros ilustrados para
niños del diseñador Bruno Munari.
P: Recomiende un libro de su catálogo.
R: ‘Aniara’, es
la obra del premio Nobel sueco Harry
Martinson, un libro traducido por Carmen Montes. Está escrito en verso, aunque
la traductora decidió pasarlo a prosa. Es una epopeya sobre una nave espacial,
un texto muy actual y que a la vez constituye una apuesta suicida, demasiado
literaria para los tiempos que corren. ‘Aniara’ es el nombre de la nave
espacial cuya misión es transportar a Marte a los últimos supervivientes de la
Tierra, devastada por una explosión nuclear. La nave se sale del sistema solar
y vaga eternamente en el espacio. Es una visión muy pesimista en el siglo XX.
Montes invirtió dos años en traducir el libro.