viernes, 22 de enero de 2021

La clase de historia

Iturrioz tenía un aire de maestro antiguo, una estampa de aristócrata italiano con bigotes de puntas retorcidas y enceradas. Era nuestro profesor de Historia Contemporánea. Jamás se sentaba. Con su aire marcial que evocaba la cara de Bismarck, recorría el pasillo a grandes zancadas mientras  daba la clase. De él se contaban muchas leyendas, que si estaba divorciado de una millonaria a quien en una escena de celos le rajó un picasso de arriba abajo, que si se había criado con una institutriz alemana, que si era cocainómano. Lo único cierto es que le perdían sus alumnas. Cuando avizoraba una presa, olvidaba el hilo de lo que estaba contando, enarcaba una ceja, el ojo izquierdo desorbitado, quieto como un pasmarote delante de la víctima. Si tocaba Iturrioz nos sacudíamos la indolencia y tomábamos apuntes como locos. Al terminar sus clases me dolía la muñeca. Con Iturrioz, uno de los pocos profesores que valía la pena escuchar, veías a los ‘sans-cullottes’ tomando la Bastilla. Un día, para darme un respiro por la tralla de las notas tomadas a mano, levanté la cabeza del papel y lo que vi no me gustó nada. Carmen, mi mejor amiga, se mordía las uñas y no tomaba apuntes; tenía la mirada absorta en las evoluciones de Iturrioz, en sus caminatas por los pasillos que conformaban los pupitres alienados. A Carmen, de la que estaba enamorado, le brillaban los ojos, y no por mí. Sentí una punzada de celos.

 

¿Por qué le miraba con esos ojos embebidos de éxtasis? En ese momento Iturrioz hablaba de milicianos que habían cortado no sé qué calle y de vidrios rotos, ventanas descuajaringadas  y cadáveres despanzurrados por la explosión de  una bomba. El aire espeso de polvo y sangre se posaba sobre las carrocerías torturadas de camiones y esparcía el sonido estridente de las sirenas de las ambulancias. Carmen prestaba tanta atención que me pareció ver en sus pupilas el desfile de  la flor carnívora de los cuerpos quemados. Miembros amputados y torsos reventados por  la metralla se sucedían en una procesión incesante. Los balcones destrozados y el abismo abierto  dibujaban costurones en el cemento. Ciudad de héroes, aventureros, bandidos y revolucionarios, Madrid supuraba terror.

 

Iturrioz se detuvo. Tomó aire, se atusó sus bigotes bismarckianos y con un deje de afectación se recompuso el nudo de la corbata. Parecía un prócer sin estatua. Visto así, tenía un aspecto ridículo. Hasta creí intuir el olor acre de trazas de ginebra en su ropa. Sé que por aquellos días trabajaba en una investigación sobre prensa y propaganda en los inicios de la Guerra Civil, me lo imaginé sentado a la mesa haciendo pasar las páginas de los diarios de los años treinta y tomando notas con su estilográfica. ¿Qué iba a utilizar si no un tipo obsesionado por aparentar distinción?

 

Le hablé a Carmen de la vana impostura de Iturrioz, de su insoportable vanidad y se enfadó conmigo. Me dijo que los mediocres no podíamos soportar a ver un hombre tan elegante, libre e inteligente. A la luz sucia de los grandes ventanales, Carmen se remecía en su propia trepidación. Tardaba en llegar el agua caliente a los radiadores, de modo que vivíamos en un escalofrío continuo. Ante mis ojos, la figura aristocrática de Iturrioz se fue diluyendo. Sus bigotes, antes encerados,  se mostraban alicaídos. Había perdido toda su prestancia, su andar vigoroso se había esfumado y arrastraba los pies agotado, cabizbajo y vencido. Iba andando en fila india detrás de una anciana vestida de negro; un hombre al que transportaban en angarillas, demacrado, con los terrones pálidos del camino pegados al rostro, y una recua de niños famélicos. Iturrioz trastabillaba y enseguida se erguía para recobrar la compostura perdida. Se apoyaba en una mujer a la que enlazaba con su brazo por los hombros, y entonces reconocí, en su frío prehistórico y su caminar errático, la silueta de Carmen, exhausta e insomne, camino de la frontera.


jueves, 9 de abril de 2015

“La innovación narrativa se está haciendo en los videojuegos y las series de televisión”


Donatella Iannuzzi, editora de Gallo Nero cree que el auge del libro digital, ahora estancado, se debió al interés por vender aparatos electrónicos




“Es muy triste que la publicación se decida en función de informes de marketing”


Donatella Iannuzzi, creadora de la editorial Gallo Nero,  vino a España en 1999 gracias a una beca Erasmus y decidió quedarse. Aquí ha hecho su vida y fundado un sello que trasluce su amor por la literatura italiana del siglo XX, especialmente por los escritores del llamado círculo de Turín, en el que participaron Calvino, Pavese, Buzzati, Ginzburg y Vittorini, entre otros. Son algunos de los autores que le apasionan, como también le fascinan el cómic, el underground americano y la edición entendida como un oficio artesanal. Pese a su amor por los libros, Iannuzzi cree que la letra impresa ha dejado de ser la avanzadilla cultural y que ahora el talento narrativo ha encontrado otros cauces para expresarse. Por eso no le interesan la literatura más actual ni esa obsesión por la novela negra que inunda Italia y España. La editora está persuadida de que la iniciación a la lectura pasa por el libro de bolsillo y que la eclosión del ‘e-book’ fue un “deseo inducido” en el consumidor para vender dispositivos electrónicos. “Llegará un momento en que entremos en una librería y esté repleta de volúmenes de sellos de un mismo grupo editorial”, predice Donatella Iannuzzi. 

 PREGUNTA: ¿Por qué eligió el nombre de Gallo Nero?
 RESPUESTA: Quería que el sello tuviese un mínimo de identidad italiana y qué mejor que Gallo Nero, el logo de identificación de origen del vino toscano de Chianti. Es un signo de identificación de origen de calidad. Además, es un nombre muy frecuente de Italia, de hecho hay muchas trattorias que se llaman así.

P: ¿El libro está en crisis?
R: El libro compite con muchas ofertas audiovisuales y de ocio. No creo que siga siendo el vehículo de nuevos creadores.  Lo realmente innovador se está haciendo en el campo de los videojuegos y las series de televisión, donde hay productos de un nivel intelectual, literario y de crítica social brutal. Las nuevas voces de la narración están en otro soporte. En este sentido, el libro se ha quedado atrás, y ello obedece a cierta  pereza intelectual. Hay más riesgo en los videojuegos y las series televisivas. Es frustrante, por eso muchos están estamos volviendo la vista atrás.

P: Quizá tenga que ver con la endeblez de la industria editorial.
R: Es verdad que ahora no hay mucho dinero en la edición, de modo que la persona que tenga ideas, inteligencia y vocación narrativa pone la vista en  otros medios, en industrias mucho más potentes que la del libro, sectores que seguramente le ofrecen más posibilidades. Ahí está el auge de los documentales. Cualquier tipo de historia que te haga llorar o reír está en lo audiovisual.

P: ¿Ya no está entonces el libro en la avanzadilla cultural?
R: No, al menos para mí. ¿Qué libro ha suscitado algún movimiento de masas últimamente?  La crítica literaria también ha muerto por eso. Ha perdido mucho peso. Además, parece que nadie lee. La prensa no lee, los editores no leen, el lector se compra un libro y al final no lo lee.

Editorial Einaudi
P: ¿Que semejanzas y diferencias hay entre la industria editorial de Italia y la española?  
R: La italiana es mucho más madura que la española porque no hubo ese parón que se sufrió aquí con la dictadura. La primera editorial independiente, Einaudi, se fundó en los años 20. Es verdad que los números de ventas están bajando, pero Italia sigue siendo un país muy lector. Por algún prejuicio burgués,  los libros en las casas italianas son importantes todavía. Y en mi país el libro de bolsillo aún está muy extendido, como en Francia. Un país que tiene una tradición en libro de bolsillo se traduce en un país de lectores. En mi caso, toda la literatura clásica la he leído en bolsillo.  

P: ¿Le espera larga vida al libro en papel
R: Sí,  no creo que vaya a morir. Puede que haya otro formato alternativo, pero el cariño que la gente siente por el libro en papel es innegociable. La venta de ‘e-readers’ ha sido fruto de un deseo inducido. Había muchos intereses para vender aparatos electrónicos. Se han dicho muchas tonterías. ¿Desde cuándo no se puede viajar en la maleta con un libro? Una vez que ya se ha vendido lo que se tenía que vender, va a bajar la presión para convertir lectores en papel en lectores electrónicos.

P: Ha publicado literatura italiana, estadounidense, japonesa ¿Por dónde se orientan sus intereses.
R: Depende de lo que me inspire el momento. Pero me interesa sobre todo el siglo XX italiano, autores como Pasolini, Dino Buzzatti, del que hemos recuperado ‘El Giro de Italia’, o Montanelli. Seguiremos publicando a Buzzati. El siglo XX italiano me fascina, no así el XXI, que me deja indiferente.

P: Sin embargo, de Buzzati hay mucho publicado. Gadir ha sacado bastantes obras de este autor.
R: Sí, pero se trata de obras de ficción. En Italia hubo una época en la que muchos escritores cultivaron la crónica periodística. Hay autores espléndidos en este género, como Indro Montanelli. Periódicos como el ‘Corriere della Sera’ fichaban a escritores para que ofrecieran una visión literaria del deporte.

P: ¿Por qué momento pasa la literatura italiana.
R: Se encuentra en un fin de ciclo. Con Calvino acabó una edad dorada, sobre todo en lo que atañe a la ficción. Ahora mismo no observo nada interesante. Italia está obsesionada en publicar novela negra a toda costa porque parece que alguien ha decidido que eso es lo que vende. Proliferan las obras con un contenido de denuncia social. Ocurre algo parecido en España, pero en Italia la moda adquiere tintes dictatoriales. También abunda muchísima literatura cercana a la autoayuda.

P: ¿Qué autor italiano debe leer un español de manera imprescindible?
R: Todo los miembros del círculo Einaudi, la mítica editorial de Turín y que ya ha sido vendida a Mondadori. Pertenecían a este grupo Italo Calvino, Elio Vittorini, Italo Svevo, Cesare Pavese y Natalia Ginzburg, entre otros. Todo ese bloque del siglo XX me gusta mucho y muy especialmente Dino Buzzati, cuya obra sigue siendo muy moderna. ‘El desierto de los tártaros’ es  un libro que no deja de sorprenderme.

P: ¿De qué manera le afecta la crisis?
R: Nacimos en 2010, en plena crisis. En momentos así hay que ser muy cautos. Tal y como está la situación, resulta temerario sortear el temporal con una avalancha de títulos. Es cierto que de ese modo crece la facturación, pero lo que cuenta al final son los resultados. Sigo sacando entre diez y doce títulos al año, sin colar ninguno de relleno, y no voy a cambiar.

Underground americano
P: Gallo Nero se distingue por una colección de cómics.
R: Creo que fuimos la primera editorial que, en 2010, comenzó a publicar cómics, algo que estaba entre los objetivos fundacionales del sello, de manera que no estoy entre los que se apuntaron al carro-burbuja de la novela gráfica. El primer título fue ‘El caso Pasolini’, en el que se reconstruyen las últimas horas de vida del poeta. Es una colección por ahora pequeña, que se ha ampliado con algún libro ilustrado. Los últimos tres títulos se inscriben en el underground americano, como ‘Ego & Arrogancia’, de Harvey Pekar, y ‘R. Crumb’, basado en cinco largas entrevistas que concedió Robert Crumb a ‘The Comics Journal’. Son libros muy literarios y críticos. Me gusta también mucho el manga. Hay algo que me fascina en la manera de contar de los japoneses.

P: ¿Cómo es el mundo editorial? ¿Es tan idílico como se puede imaginar desde fuera?
 R: No, no lo es. Es un negocio complicado; el oficio es mucho más artesanal que filosófico. Una parte importante, la cultural, consiste en la elección de los títulos, pero una vez decididos éstos, la edición es una actividad que exige el despliegue de capacidades eminentemente prácticas. No es como producir una taza de café o un bolígrafo, que si funciona está garantizado que el público siga comprándolo. Por añadidura, al ser una actividad que admite la devolución de ejemplares,  la rentabilidad de un libro sólo se conoce  al cabo de dos años. Hay libros que son un seguro de vida, pues después de cuatro o cinco años se siguen vendiendo. Pero con otros sucede todo lo contrario. Por eso es importante dar con un título que se convierta en un colchón económico.

P: ¿Por qué se lee tan poco en España?
R: Antes de la crisis no había muchos lectores, lo que se ha agravado con la pérdida de poder adquisitivo. La gente que compraba libros ha caído de modo brutal. No obstante, el lector de verdad, aquel para quien la lectura es tan importante como la comida, sigue comprando un libro al mes. Lo que me parece una tragedia es que las bibliotecas públicas hayan dejado de adquirir libros.

P: ¿Prevé grandes cambios en la industria editorial?
R: Sí, de hecho ya se están produciendo. Los grandes conglomerados empujarán como nunca. Llegará un momento en que entremos en una librería y esté inundada con libros de sellos de un mismo grupo. Las grandes editoriales, que controlan la logística de la distribución, tienen mucha más capacidad de negociar con el librero que un pequeño editor. 

P: ¿Llama la atención que muchas decisiones de los editores estén fundamentadas  en informes de lectura que se pagan de forma pésima?
R: Sí, pero también entiendo que el editor no puede leer todo. Y eso que en este negocio el olfato es muy importante. Más triste me parece que la publicación de libros se decida en función de informes de marketing, en cuyos departamentos se escriben hasta las cubiertas.

P: ¿Cuáles son sus expectativas para la editorial?
R: Crecer de manera racional y con cautela, disponer de un colchón más seguro para emprender proyectos a largo plazo. No me voy a dedicar a duplicar títulos para aumentar facturación, pero sí que me apetece crear colecciones nuevas que puedan tener sentido dentro del catálogo. Me gustaría publicar los libros ilustrados para niños del diseñador Bruno Munari.

P: Recomiende un libro de su catálogo.
R: ‘Aniara’, es la obra del premio Nobel sueco  Harry Martinson, un libro traducido por Carmen Montes. Está escrito en verso, aunque la traductora decidió pasarlo a prosa. Es una epopeya sobre una nave espacial, un texto muy actual y que a la vez constituye una apuesta suicida, demasiado literaria para los tiempos que corren. ‘Aniara’ es el nombre de la nave espacial cuya misión es transportar a Marte a los últimos supervivientes de la Tierra, devastada por una explosión nuclear. La nave se sale del sistema solar y vaga eternamente en el espacio. Es una visión muy pesimista en el siglo XX. Montes invirtió dos años en traducir el libro.

lunes, 16 de marzo de 2015

«Algunas grandes editoriales acabarán dedicándose al entretenimiento audiovisual»



Enrique Redel, editor de Impedimenta, cree que el libro en papel sobrevivirá, pero va quedar reservado a publicar obras canónicas



Argumenta que Amazon no es el gran enemigo a batir, pero advierte de que “es un monopolio que lamina todo”



Enrique Redel, editor de Impedimenta, no soporta la mediocridad en el arte de editar. Apuesta por publicar libros de bella factura, aunque resulten más caros. Su editorial se ha hecho un nombre al apostar por la literatura británica del siglo XX y autores contemporáneos de calidad irrebatible, como Stanislaw Lem, Natsume Soseki, Mircea Cartarescu –eterno candidato al Nobel de Literatura- o Penelope Fitzgerald. Redel piensa que la crisis del sector editorial ha tocado fondo, aunque advierte de que los tiempos dorados de las grandes tiradas jamás volverán. Su sello, junto a las editoriales del grupo Contexto, en la que están integradas Libros del Asteroide, Nórdica, Periférica y Sexto Piso, publicarán de forma conjunta títulos ambiciosos cuyo coste es demasiado grande para asumirlo en solitario. Serán dos o tres libros al año, que pueden venderse a un precio de 30 euros, con una edición impecable y una excelente traducción. Enrique Redel argumenta que las pequeñas editoriales soportan mejor la crisis que las grandes, que se han volcado en exceso en títulos de rápido consumo. “Muchos de mis libros más queridos han sido fracasos comerciales”, explica. 

¿Por qué el nombre de Impedimenta?
La impedimenta es el bagaje que llevaban los romanos en la batalla. Era algo que pesaba muchísimo y doblaba la espalda de los soldados, pero todo lo que llevaban en ese equipaje resultaba fundamental. Elegí ese nombre porque para mí la literatura y la edición son algo parecido, un ejercicio que consiste en ir atesorando libros que nos van haciendo lectores, libros que se llevan en las mudanzas, de los que uno no se desprende y que acaban formando parte de la biografía personal
¿Concede mucha importancia al diseño?
Para mí es fundamental que el libro sea bello, que esté bien maquetado y corregido. Hay editoriales buenísimas que han fracasado por un diseño equivocado. Muchas veces somos prisioneros de nuestro propio diseño. En cuanto a su producción, nuestros libros están muy elaborados. Personalmente soy incapaz de comprarme un libro que no sea bonito, por eso cuidamos mucho el proceso, de manera que los materiales que utilizamos están pensados para durar. Quizá salen un poco más caros, por eso nuestros precios no pueden bajar. Estudié incluso la posibilidad de hacer libros más sencillos, pero no quiero bajar el listón. 
Impedimenta nació en 2007, a pocos meses de la crisis. ¿Cómo incidió este hecho en la andadura inicial?
Empezamos muy bien y ahora estamos muy asentados. Tuvimos un par de años de crecimiento muy fuerte, y luego nos hemos ido manteniendo. Los cinco primeros títulos los reeditamos. No fueron libros que nos costara colocar en el mercado porque ya venían con un bagaje previo. La crisis empezó a notarse de verdad en los dos o tres últimos años. Anteriormente ya existía la sensación de que había una crisis financiera, pero en ningún momento se transmitió la impresión de que la gente iba a dejar de comprar libros. En los dos últimos años, sin embargo, sí ha ocurrido, aunque a nosotros no nos ha costado tanto porque nuestros lectores son más militantes. No contamos con un lector de aluvión que compra un libro de vez en cuando para regalar porque es un ‘best seller’. La crisis no está afectando tanto a las editoriales pequeñas como a los grandes grupos, que lo están pasando muy mal pues están viendo reducidas sus ventas porque el tipo de libro que publican es de rápido consumo. La gente se lo piensa mucho a la hora de gastarse veinte euros en libros. 

Atomización de las ventas
¿Vive la industria del libro un momento de emergencia?
Creo que se ha tocado fondo. Desde hace un tiempo se experimenta la sensación en las librerías de que las cosas van mejor, aunque no mucho mejor. Pero ya nada volverá a ser como antes. No va existir una editorial como la nuestra que vendió en un momento dado 50.000 ejemplares de un solo título, por ejemplo. Seguramente nos tendremos que conformar con cifras muchos más humildes. Pero el sector se está recuperando, si bien, eso sí, saldrá transformado. Ahora no existen los ‘best sellers’ de 100.000 ejemplares, porque el libro de más éxito puede vender a lo sumo 10.000 copias. Además, si antes había diez títulos que acaparaban una parte importante de las ventas, ahora en vez de diez hay cincuenta, de suerte que está todo mucho más repartido.
Impedimenta comenzó con la recuperación de libros olvidados y luego apostó por clásicos del siglo XX ¿Cuál es la siguiente etapa?
Vamos a publicar a escritores mucho más apegados al presente, incluso autores actuales que escriben en castellano como Fernando Cordobés o Pilar Adón. También vivimos un momento especial con la novela gráfica. Hemos sacado la colección ‘El chico amarillo’, que va muy bien. En cuanto literatura británica, que cuidamos muchos, publicaremos algunos títulos de los años setenta, una época donde una liberación de todo tipo de cadenas
¿Acabará extinguiéndose el libro en papel?
Creo firmemente que el libro en papel no se va a extinguir. Otra cosa es que haya una depuración o una selección natural. El papel va a quedar para publicar lo canónico, no sólo clásicos, sino también libros que necesitan un recorrido largo. El libro de gran consumo pasará al formato electrónico. Con todo, tendremos que procurar que el libro sea más barato. En cuanto a las librerías, supongo que tendrán que reconvertirse y algunas hacerse cafés, pero sin duda van a sobrevivir
¿Qué libro reciente de su catálogo recomienda al lector?
‘La enciclopedia de la tierra temprana’. Es una novela gráfica, de Isabel Greenberg. Es una historia épica que habla de reyes locos, gigantes malvados, espías que no son espías... Está pintado a la acuarela, con un estilo degradado. La historia es una delicia porque habla de mitos griegos y bíblicos. Representa todo un homenaje al arte de narrar
¿Afecta esta circunstancia a las librerías?
Mientras las ventas de las grandes superficies se han desplomado, las librerías están dejando de vivir del ‘best seller’ y ahora se sostienen gracias al goteo de ventas, que se encuentran mucho más atomizadas.
¿Amazon es el gran enemigo de la edición o los hay peores?
La clave del negocio de Amazon, que es llevar el libro a tu casa, es magnífica. Comporta, sin embargo, dos desventajas. La primera es que en ciertos países, como Estados Unidos y el Reino Unido, está acabando con la red de librerías. En Londres, muchas librerías han desaparecido o están ahogadas económicamente. Bastante gente mira los libros que hay en los escaparates y luego compra en Amazon, donde no hay precio fijo. En España sería deseable que los libreros se unieran y creasen una plataforma en la web para vender sus libros. Amazon es un gigante que en España no ha alcanzado todas sus posibilidades de desarrollo. Pero cuando lo hace lamina todo lo que hay. El segundo problema es que Amazon es un monopolio y, en muchas ocasiones, fija precios trabajando a pérdidas, lo cual debería estar prohibido. Por lo demás, no pagan sus impuestos en España. Es paradójico que critiquemos a los políticos que evaden impuestos mientras la sede de Amazon está en Luxemburgo.
¿De qué manera han incidido las nuevas formas de entretenimiento en la lectura?
El principal enemigo del libro no es el ‘e-book’, que ha tocado techo y en este momento ronda un 15% de la facturación de cada editorial. El enemigo es el juego Candy Crush, la serie ‘Breaking Bad’ o el WhatsApp. Hace unos años la gente viajaba en el metro o en el autobús leyendo un libro. Ahora no hay tiempo para aburrirse. Mucha gente ha dejado de comprar libros debido a la multiplicación de ofertas de ocio y de consumo. El verdadero problema es que la gente no lee. Leer es cansado y exige un gran esfuerzo de concentración, y ahora vivimos en la época de la dispersión.
Los grandes grupos editoriales, salvo algunas excepciones, parecen haber apostado por el entretenimiento. ¿Fiar las ventas a lectores circunstanciales no es una forma de labrarse la ruina?
Sí, porque las industrias culturales que apuestan por el mero entretenimiento tienen que competir con otras mucho más poderosas. El libro además tiene mala fama; mucha gente está convencida de que es caro, de que los editores somos unos ladrones y de que militamos todos en la SGAE. Sospecho que algunas editoriales acabarán dedicándose al entretenimiento audiovisual. No preveo que las grandes compañías vivan en el fututo del libro.
El enemigo es el juego Candy Crush, la serie ‘Breaking Bad’ o el WhatsApp. Hace unos años la gente viajaba en el metro o en el autobús leyendo un libro. Ahora no hay tiempo para aburrirse
¿Es posible vivir decentemente vendiendo mil ejemplares de cada título o es necesario sobrepasar ese listón?
Necesitamos vender más de mil, nuestro listón está más alto. No nos es muy difícil vender esos 1.100 o 1.200 libros para cubrir costes. Antes teníamos libros que vendían entre 7.000 y 10.000 copias, pero eso ya no existe. Con todo, si logramos vender 1.700 ejemplares de un libro, con esos 500 de sobra te puedes permitir comprar los derechos de un libro un poco mejor.

Bajar el listón
Pronto se jubilará Herralde. También Beatriz de Moura, de Tusquets, tiene diseñada la retirada. ¿El grupo Contexto y otras pequeñas editoriales están preparadas para tomar el testigo u os movéis en otra liga?
Queremos ocupar el sitio de esas editoriales, entre otras cosas porque ese vacío no lo pueden ocupar propuestas que bajen el nivel. No soportaríamos que ese espacio lo ocuparan sellos de planteamientos cortoplacistas. Tenemos a los libreros de nuestra parte, pero falta que el lector en general nos ubique mucho mejor.
¿Es factible que Impedimenta compre los derechos de un Martin Amis o Pinchon o es una misión imposible?
A alguno de ellos les he tirado los tejos, pero me han dicho que no. En cambio, sí ocurre que las agencias empiezan a dirigirse a nosotros para proponernos ciertos pesos pesados porque ven que nuestras ventas medias son buenas. Más que Pynchon, Amis o Milan Kundera, que ya tienen su nicho y su editorial, lo que tenemos que hacer es dar cabida a sus sucesores. Por lo demás, este año publicaremos a Kingsley Amis, el padre de Martin.
Tenemos a los libreros de nuestra parte, pero falta que el lector en general nos ubique mucho mejor.
Beatriz de Moura, la editora de Tusquets, advirtió a las pequeñas editoriales de algunos errores en que ella incurrió, como sacar demasiados títulos al año. ¿Usted le ha hecho caso?
Hubo un momento en que se me puso bastante fácil la posibilidad de crecer. En el año 2010 publicamos ‘La hija de Robert Poste’; acto seguido ‘Soy un gato’, de Natsume Soseki, y al mes siguiente ‘La librería’, de Penélope Fitzgerald. De ‘La hija de Robert Poste’ llegamos a vender 50.000 ejemplares; de ‘Soy un gato’ 20.000 y de ‘La librería’ 10.000 o 15.000. De repente entramos en el ‘mainstream’. Los distribuidores me dijeron: “ahora lo que tienes que hacer es un expositor gigante”. Pero los libreros me advirtieron de que me iba a ganar la enemistad de algunos porque iba a parecer avasallador. En definitiva, prefiero sacar veinte libros al año que me permitan seguir creciendo poco a poco que jugar con los grandes anticipos y ese tipo de cuestiones.
¿Alguna vez ha pensado en fusionarse con algunas otra editorial?
Vamos a hacer otra cosa: las editoriales del grupo Contexto (Impedimenta, Libros del Asteroide, Nórdica, Periférica y Sexto Piso) vamos a sacar de forma conjunta libros que serían demasiado grandes si lo hiciéramos en solitario. Si queremos publicar un libro magnífico que cueste 30 euros, con buena edición y traducción, tenemos que unirnos. Publicaremos dos o tres libros al año.
Ha hecho usted algunas apuestas arriesgadas, como publicar un libro extrañísimo como ‘De la elegancia mientras se duerme’, del Vizconde Lascano Tegui. ¿Mereció la pena?
Lo volvería publicar, pero fue mi mayor fracaso como editor. Ese libro surgió de una recomendación de Luis Solano [editor de Libros del Asteroide]. Lo volvería a sacar porque tiene uno de los mejores comienzos de la historia. Muchos de mis libros más queridos han sido fracasos comerciales.